DON WINSLOW - EL PODER DEL PERRO
Paco vuelve a telefonear y se citan para cerrar el trato en la desvencijada valla de tela metálica fronteriza de Coyote Canyon.
En tierra de nadie.
Si vas a Coyote Canyon de noche, será mejor que lleves una pistola, e incluso eso podría ser insuficiente, porque un montón de hijos de Dios llevan pistola en Coyote Canyon, una gran cicatriz en las colinas ondulantes de tierra yerma que flanquean el mar a lo largo de la frontera. El cañón corre desde el borde de Tijuana a lo largo de unos dos kilómetros y se interna en Estados Unidos, y es territorio de bandidos. Al anochecer, miles de aspirantes a inmigrantes empiezan a congregarse a cada lado del cañón, en un risco que domina el acueducto seco, que constituye la frontera real. Cuando el sol se pone, corren por el cañón, superando en número a los agentes de la Patrulla de Fronteras. Es la ley de las cifras: pasan más que caen. Y aunque te pillen, siempre hay un mañana.
Quizá.
Porque los bandidos de verdad esperan en el cañón como depredadores al rebaño de mojados.Eligen a los débiles y a los heridos. Roban, violan y asesinan. Se llevan el escaso dinero que puedan atesorar los ilegales, arrastran a sus mujeres hacia los arbustos y las violan, y a veces les rebanan el pescuezo.
De modo que si quieres ir a recoger naranjas a Estados Unidos, tienes que superar el obstáculo de Coyote Canyon. Y en medio del caos, entre el polvo de mil pies que corren, en la oscuridad y entre los chillidos, disparos y hojas centelleantes, con los vehículos de la Patrulla de Fronteras rugiendo arriba y abajo de las colinas, como vaqueros que intentaran controlar una estampida (como así es), se hacen muchos negocios a lo largo de la valla.
Se trafica con drogas, sexo, armas.
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